Cachimba


Pasé varios años de mi vida visitando religiosamente La Cachimba, cada día. Buscando en ella el pasaje secreto a placeres prohibidos. Dejé varios años de mi vida en ella. Vendiendo mi ropa y mis discos y todo lo que encontrara por ahí, para alcanzarla. Despertaba pensándola y todas las noches, madrugadas y mañanas eran una lucha para dormir, por el desvelo que habita en ella.
Rompí muchas promesas por ella, pero mi favorita era la de no volver a pisarla nunca más. La promesa más corta y peligrosa que jamás haya hecho.
No importaba a donde fuera, lo bueno o lo malo del día, yo siempre tenía que pasar por ella.
Hoy paso por sus cercanías y, aunque tentado, me cuesta mirar hacia ella; su magnetismo podría abrazarme y desarmarme denuevo. Todavía habitan en mi sus paladares y olores. A veces camino y la huelo y tengo que esforzarme por pensar en otra cosa. A veces recuerdo los caminos de vidrio y de duelo para llegar hasta ella. No importaba lo que había que hacer para sentirla dentro mío denuevo. Nada tenía más poder que su miedo, nada me hacía más infeliz que su terror.
Muchas botellas tiré a La Cachimba, con mensajes de auxilio desesperados, mientras coqueteaba con su amor, suplicando que me deje en paz, y pidiendo por favor que me dejara visitarla denuevo.
Mucho daño ocasioné como turista de su hielo, de su fuego que arde en los conductos que llevan al cerebro. Demasiados callos en la piel para ser amor verdadero. Demasiado desvelo y ardor para vivirlo denuevo.
Pasaje en categoría turista hacia salas de operaciones improvisadas en baños de amigos y vecinos que todavía, claramente recuerdo. Cable de alta tensión, que con pies descalzos y mojados piso denuevo. Cueva de ratas horribles, donde se destila lo que adentro. Calderas de torturas horribles, loopeadas durante años enteros. Apología del auto flagelo y la degradación que practiqué mientras estuve despierto y muchas veces aún en sueños.
Ropas manchadas con la sangre de su líquido cuerpo, todavía yacen en algún cesto podrido y olvidado, escoltado por antiguos insectos.
Capas y capas de recuerdos, películas fijadas con plomo derretido. Flashes de aquel amor de verano y de invierno, de adolescente y de muerto.
Perdiendo la noción de las horas gastadas y de la plata gastada y de la salud reventada y de ciudades desvastadas. Llegaba a nuestra cita con harapos como vestidura, y con la frente brillando de sudor y lágrimas plateadas, rotas, muertas. El hedonista que vive en mi, vacacionaba en La Cachimba del Piojo.

Hace algo más de tres años que no percibo sus celos. Pero mi carácter no es el mismo que era bajo su cielo. Estoy en paz y no te exrtaño casi nunca, Cachimba del Piojo y del infierno. Ya no volveré a tu paraíso fabuloso de aguas podridas y sucias, ni a tus desiertos de arenas venenosas y brillantes, ni a tus orgasmos muertos y secos con ojeras hasta siempre. Ya no volveré a tomarte por la cintura de picos y valles.